lunes, 29 de agosto de 2011

Skay en Obras: el regreso a las fuentes

Por Juan Barberis



Después de tres años de inactividad, el Templo del Rock volvió a transpirar con el ex guitarrista de los Redondos

Cuando ese brujo de brazos largos se empieza a deslizar sobre el escenario con movimientos de iguana peligrosa sobre la intro de "¿Dónde estas?", la respuesta resulta mucho más valiosa de lo que varios sospechan: después de tres años de inactividad -desde su cierre el 27 de diciembre de 2008 tras el show de Almafuerte-, estamos en Obras presenciando el reencuentro de dos elementos ineludibles de nuestra propia historia. Y no hace falta que termine la noche para entender por qué la reapertura del templo cae en manos de Skay.

A ver: acá Los Redonditos de Ricota coronaron su escalada a la masividad desbordante con una seguidilla de conciertos que comenzaron en 1989 y terminaron en 1991. De ahí salió el crudo de En directo, su único disco en vivo oficial, y también se lamentó la muerte de Walter Bulacio en manos de agentes de la Policía Federal Argentina. Todas marcas indelebles que siguen alimentando el interminable ADN ricotero y que hoy se repiten una vez más en los cantos de la hinchada y las banderas.

Pero si acá hay alguien que no está demasiado dispuesto a pensar en el pasado es él. Esta vez acompañado por Los Seguidores de Tláloc (que básicamente son los mismos que Los Seguidores de la Diosa Kali), Skay continúa su recorrido de explorador valiente sin detenerse ni un poco a acatar la voluntad de este estadio lleno que corea por una banda que ya no existe más.

"Una alegría vernos de nuevo", suelta económico Skay y emprende un recorrido aleatorio por su carrera solista con "Soldadito de plomo", "El viaje de Mary" y "Tal vez mañana", acompañado por una banda que responde a la versatilidad y contundencia que hoy requieren sus canciones: a veces rockeras y crudas, otras exóticas y sutiles. El Topo Espíndola, desde la batería, funciona como una potencia desbordada desde los parches que se funden con los graves de Claudio Quartero en bajo. Oscar Reyna como una bocanada de aire fresco para el propio Beilinson, con el que alterna vuelo y hasta comparte solos. Y Javier Lecumberry (teclados) como rueda de auxilio y arreglador todoterreno.

Y ver por momentos el juego a dos puntas, arriba y abajo del escenario, resulta una negociación atrapante. Después de dos soberbias interpretaciones de "Los caminos del viento" y "La luna en Fez", Skay amaga con la intro de "La bestia pop", pero corta en seco. La gente enloquece, él sonríe, y suelta "El pibe de los astilleros" como primer aliciente. Pero Beilinson siempre prefiere dejarlo en claro. "Para el único tiempo que tenemos, que es hoy", dice levantando su botella de agua al cielo. Y por debajo el "solo-te-pido-que-se-vuelvan-a-juntar" ya no suena a canto de hinchada sino a lamento de pueblo hambriento.

El resto de la noche, entre una versión tibia de "Todo un palo" y aceleradas interpretaciones de "Aves migratorias", "La rueda de las vanidades" y "Arcano XIV", Skay vuelve a rendirle culto a la guitarra más cantada del rock argentino. Esa misma que ahora escupe el riff, entre peligroso y cómplice, de "Jijiji" y que parece encontrar entre las paredes del estadio de Obras -ese templo que ahora ruega por un presente a la altura del pasado- su marco exacto.

Fuente: Rolling Stone Argentina (web)

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