domingo, 2 de octubre de 2011

“Este es un proyecto mutante”

 SERGIO DAWI PRESENTA SU ESPECTACULO VIDEOSAXMACHINE

Quien fuera saxofonista de los Redonditos de Ricota y factótum de 2saxos2 y Estrellados optó esta vez por un proyecto en soledad, pero en el que multiplica su instrumento a través de efectos y se sirve de imágenes proyectadas incluso sobre él mismo.

Por Juan Ignacio Provéndola
Era un nenito, no tenía más de cinco años. Estaba dando vueltas por un baldío lleno de chatarra de demolición cuando, de repente, se encontró con un saxo. Le sacó las basuras que tenía adentro y se lo llevó a su casa sin saber mucho de qué se trataba, hasta que lo redescubrió cuando vio cómo un payaso le daba vida a un instrumento similar en un cumpleaños al que había sido invitado. Con la inocencia y la irreverencia de un purretín, trató de hacer lo mismo con el propio, sin mucho éxito, y acudió entonces a la casa del payaso. Este, sin disfraces, maquillajes ni artificios, imitó el sonido con la boca ante la imposibilidad de hacer sonar ese laterío infame de andurrial. La escena termina con el pequeño Sergio Dawi montado a caballo de su mal habido hallazgo en un descampado.
Cuando el cineasta Enrique Dawi lo convocó para actuar en el cortometraje Cachivache (1957), jamás sospechó del carácter admonitorio que aquellas líneas de guión guardarían para el devenir artístico, humano y profesional de su hijo. Sea tocando para miles de fanáticos de Patricio Rey y sus Redonditos de Ricota, sosteniendo junto a Damián Nisenson esa longeva sociedad creativa llamada 2saxos2, liderando el combo musical Estrellados o presentándose en formato solitario, fue a través del saxofón que Sergio Dawi compuso toda la obra artística que se animó a mostrar en público (para sus talentos con la pintura y la escultura, habrá que esperar otro rato). “Aquél fue mi primer encuentro con el instrumento y me quedó marcado, aunque también pudo haber sido una casualidad, porque retomé el contacto formal como veinte años después”, afirma Dawi acerca del pinino cinematográfico que hizo gracias a su padre, un reconocido director y guionista que trabajó con cine de humor (Minguito, Johnny Tolengo), pero también con Si se calla el cantor, con Horacio Guarany, y Adiós, Roberto, un film que ponía sobre el tapete de la primavera alfonsinista los prejuicios sobre la homosexualidad.
Siempre con un pie en Uruguay (“donde todo es más fácil porque hay una escala más humana”, según reconoce), ahora regresa a los escenarios locales con Videosaxmachine, formato en el que el saxofonista combina improvisación y pulsión de vivo junto a pistas pregrabadas e imágenes proyectadas en una pantalla de fondo. Una de ellas, justamente, extraída de aquel cortometraje en el que convergieron los talentos de Dawi, padre e hijo. “Hace cuatro años que lo vengo delineando, es un proyecto mutante. Está inspirado en 2saxos2, que tenía ese espíritu de experimentación, de lo que nosotros llamábamos ‘música escénica’. Siempre tuve esa curiosidad de experimentar con máquinas, haciendo un copy & paste con procesadores, delays, reverbs, chorus. De solista paso a convertirme en un sexteto de saxos, componiendo una orquesta de resultados que me satisfacen”, dice Dawi. “Concretamente son quince cuadros visuales de cuatro minutos, en los que yo hago como los viejos músicos, que iban sonorizando las imágenes. Tiene un carácter teatral, porque me pongo un vestuario determinado o un traje blanco que oficia de continuidad de la pantalla, de manera que yo también reciba la proyección de las imágenes. La improvisación es parte de mi lenguaje.”
–A través de Estrellados apostaba nuevamente al formato grupal y colectivo, en donde a su vez experimentó aquello de escribir letras y cantarlas. ¿Qué lo hizo cambiar drásticamente de planes en este formato solitario e instrumental?
–Todas esas letras tenían una urgencia por salir, por eso sucedió de ese modo. Esa pulsión siempre está presente en mí; lo mismo ocurre hoy con la necesidad de hacer música instrumental y combinarla con imágenes. No es sencillo definir qué decir y cómo hacerlo, menos aún en este momento histórico. Todo lo que fui haciendo lo puedo sostener, porque trato de vivir en un estado de libertad sin tener que esclavizarme con mis propias miradas. Milito por tener a mi favor el poder de la duda, y hoy mi certeza es presentarme con este set más íntimo, con el que me puedo meter entre la gente, mirarla a los ojos y tocarla con la música. Eso me emociona más que la fría estadística de la cantidad de tickets vendidos.
–Se cumple una década del último show redondo. ¿En qué momento lo encuentra la efeméride y la reciente invitación del Indio Solari a participar de su próximo disco?
–El cariño de la gente sigue vigente, lo noto a cada rato. Eso está presente y no lo padezco. En el plano musical me siento pleno, pero si pinta lo del disco, bienvenido sea. Mis encuentros con el Indio luego de la separación fueron de mucho placer y por supuesto que, cuando se dé, allí estaré, con buena predisposición. Confío en la alineación de los planetas y, cuando eso sucede, tengo un baúl lleno de cosas para hacer.

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